Six million steps

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Pareciera que todos esos dioses, hartos de que me cague en ellos, y eso que no es personal,  les va en el cargo, pero claro, lo dicho, parece ser que se han juntado a pasar el rato y, no se muy bien a cuenta de qué, han decidido reírse un rato a mi consta. Un buen rato ya. Cuando te ves en ese tipo de tormentas perfectas, solo te quedan tres opciones; hacerle frente, evadirte o, si se acaba el alcohol, huir. Tanto, que este último millón de pasos me los he fumado en apenas cuatro meses. A mi el Blas de Lezo con su «solo los cobardes mueren» me convenció hasta que vi un retrato suyo. Así que, huir no está tan mal.

Aún así, me da que no se han descojonado del todo, o quizás si, y ahora tan solo estén apostándoselo en Bwin, a ver, para cuanto se me revientan las rótulas. Con suerte, suerte digo, seré iluso, en fin, que me da que de aquí al próximo verano me haré otro millón, eso si, lo más probable es que un avión ponga un huevo, y mira por donde, me dé de lleno.

  

Véase también: 

Hérnida discal
un millon de pasos
dos millones de pasos
tres millones de pasos
Step by step to Moscow
cuatro millones de pasos
cinco millones de pasos

Inzitan blog

Debí elegir la pastilla azul...

Hace siglos, en Delf, ¿recuerdas?, tú vertías la jarra de leche, en casa de Johannes Vermeer, el pintor, el marido de Catharina Bolnes, hija de la señora María Thins, aquella estirada, que tenía un hijo medio loco. Pues ese, ese era yo...

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